viernes, 6 de febrero de 2009

El Desfile Antológico de 1909 (III)


Quince años de "Desfile Antológico"

La citada provisionalidad comienza manifestándose en el número de pasos, así como en la selección de las imágenes. Cuando se puso por primera vez en la calle el Viernes Santo (9 de abril de 1909), por otra parte, era casi imposible imaginar que la experiencia duraría quince años.

Su duración se debió precisamente a su exclusividad; fue la única procesión de Semana Santa (salvo el caso de 1913), hasta al aparición del Vía Crucis. Era además un momento económica y culturalmente propicio. Finalmente, ni el entusiasmo de algunos ni la asistencia de muchos faltaron.

Tres etapas puede distinguirse en la existencia del desfile antológico. La primera denota un claro titubeo, época de prueba e imprecisión, pero de gran brevedad: 1908 y 1909. La segunda, época de esplendor del Santo Entierro, transcurre entre 1910 y 1915, correspondiendo a la consolidación de la comisión organizador y al respaldo de la ciudad; el desfile se estabilizó en un total de nueve pasos. La tercera etapa está marcada por la languidez y la decadencia. Pese a los esfuerzos de sus organizadores, el número de pasos descendió progresivamente entre 1917 y 1924. Pero no es una etapa negativa. La atonía del desfile antológico no supondría, otra vez, la desaparición de la Semana Santa. Por eso, puede calificarse de "etapa bisagra". Por el contrario, su crisis era un síntoma de un cambio inminente: la constitución de cofradías (y, de otras iniciativas, como la procesión de las Palmas) que superaran el restringido marco de la comisión organizadora.

En 1922 la situación llegó al punto de no poder celebrarse el desfile antológico. El motivo principal fue la falta de ánimo: "la causa que ha motivado la suspensión -explicaba el párroco de San Gil- ha sido que varios señores de la comisión, que han venido actuando en años anteriores, no han podido continuar; unos por razón de sus ocupaciones, y alguno, por haberse ausentado de esta capital, y a pesar de las gestiones que he procurado hacer para organizar la comisión, no ha sido posible constituirla".

Las palabras son significativas. La fórmula de la comisión llegaba a un callejón sin salida. Sin embargo, si hubo procesión del Santo Entierro ese año. La organizó la Cofradía del Santo Vía Crucis, reviviendo aquellas procesiones albaicineras de la década de 1880. Dos años más tarde el desfile antológico salía por última vez y ya entonces la participación de las nuevas cofradías (Vía Crucis, Cristo de la Misericordia y Santo Sepulcro) fue decisiva.

Para el tránsito del Santo Entierro, el centro urbano ofrecía un marco amplio y solemne. Hasta 1921 la Plaza Nueva constituyó un punto de encuentro de los pasos. Desde allí, el itinerario hasta la Catedral solía hacerse por Reyes Católicos, Zacatín y Plaza de Bib-Rambla (esporádicamente por Elvira y Cárcel Baja), mientras que para el regreso se preferían el Pie de la Torre, Capuchinas, Plaza de la Trinidad, Mesones, Puerta Real y Reyes Católicos, o calles alternativas como Marqués de Gerona y Alhóndiga. En los dos últimos años de su existencia (1923 y 1924), el cortejo efectuó su salida de la Catedral, recorriendo aproximadamente las mismas calles y dirigiéndose siempre hasta Plaza Nueva, enclave que nunca se vio privado del tránsito procesional.

Debe advertirse, no obstante, que la procesión del Santo Entierro implicaba a otros ámbitos de la ciudad. Las sencilla puertas de diversas iglesias granadinas enmarcaron la salida de los diversos pasos, de camino hacia Plaza Nueva o la Catedral: por lo general, de San Antón procedían los pasos de la Oración en el Huerto y Jesús Nazareno, de Santa María de la Alhambra el de la Virgen de las Angustias y del Monasterio de Santa Paula el de Cristo Yacente, el de San Juan y el de Nuestra Señora de la Soledad.

Por esta razón, los horarios se caracterizaron por la inexactitud de su cumplimiento, sujetos a las incidencias de cada una de las procesiones de traslado.

Si espectacular era la comitiva oficial por las anchas calles del centro o bajo las bóvedas catedralicias, la jornada alcanzaba su cima de intimidad y fervor en los itinerarios de regreso, destacando, por el tradicional entusiasmo de su barrio, el de Ntra. Sra. de la Soledad. Era el momento más propicio para el contacto directo del fiel con la imagen sagrada. Momentos para fomentar la devoción particularizada (dirigida hacia una determinada imagen) que se encuentra en la raíz de las nuevas cofradías granadinas.

Imagen del texto: Soledad de San Jerónimo (por aquella época de Santa Paula) preparada para procesionar en el Desfile Antológico. En el fondo de la imagen se aprecia a San Juan, otra figura muy importante en el Santo Entierro del momento.


‘Semana Santa en Granada. La Historia de la Semana Santa granadina’, José Szmolka Clarés y Miguel Luis López Muñoz. Págs. 160 y 162. Ediciones Gemisa (Sevilla).

1 comentario:

aromas de un recuerdo dijo...

Te agrego en mi blog.
un abrazo