viernes, 25 de febrero de 2011

La Passio según Francisco Javier Gutiérrez

Jesús de la Amargura (JGB)

La procesión magna o entierro antológico, que se celebró en Granada en 2.009 bajo el nombre de 'Passio Granatensis', fue un acontecimiento inolvidable que sin duda necesitaba la Semana Santa de esta capital. No en vano contribuyó en la obtención del ansiado galardón estatal que invistió a nuestra Semana Mayor con la vitola de 'Interés Turístico Internacional'.

Como cofrade y participante en la misma guardo recuerdos entrañables que aún me erizan la piel.

Todo empezó muy temprano, con el traslado a la catedral granadina. A las matinales nueve menos cuarto de aquel frío y gris Sábado Santo. En ese momento, la puerta de la capilla de salida de mi Hermandad del Santo Vía Crucis se abrió a los dorados del nuevo respiradero de Nuestro Padre Jesús de la Amargura. El exorno floral se eligió como antaño: hojas de madroño, calas blancas y flor de cardo; que aportaron vistosidad y elegancia. La voz de Agustín se abrió paso entre el silencio: "¡izquierda alante... bueno, derecha atrás... vámonos a tierra!" y el rostro magistralmente esculpido por la gubia del insigne José de Mora asomó a la luz del día.

Al llegar a la reja del atrio de la Iglesia de San Pedro y San Pablo, la Hermandad de Nuestro Padre Jesús de la Sentencia salió a la calle y se situó justo delante de nosotros. Avanzamos un poco y al volver la vista atrás contemplé la salida del Cristo de la Misericordia, conocido como el Silencio. La estampa es de esas que nunca se olvidan: los tres Cristos de Mora descienden por la Carrera y el Darro los secunda bajo la atenta mirada del Centinela Nazarí. Por las rendijas que surgen entre las amenazantes nubes se cuelan tímidos rayos de un sol somnoliento y perezoso al arrullo de sus compañeras de gris algodón. La casualidad quiere que varios de esos rayos acaricien a las Sagradas Imágenes mientras a mis oídos sólo llega el sonido de los llamaores. Todos callan, fijas las miradas anhelan conservar en su retina la poderosa instantánea.

Ya por la tarde, cuando tenía que realizarse el magno desfile, la duda sobrevolaba sobre los tejados de la Catedral y los nervios se apoderaron de cada esquina, cada columna, cada banco... en la espera de si se suspendería o no el histórico acontecimiento. Finalmente, pudo realizarse con una conducta ejemplar por parte de las diferentes hermandades. Cuando traspasamos el umbral de la puerta principal nos encontramos con el aplauso del multitudinario público asistente que quiso escribir con nosotros un nuevo pasaje de la biografía de la ciudad. Creo que se puede decir que la Passio Granatensis fue de verdad sentida con pasión en Granada. Los aplausos se sucedieron unos a otros y las hermandades consiguieron, a pesar de las dificultades, sucederse en estricto orden y cumpliendo el difícil protocolo establecido para que la experiencia terminara siendo un éxito.

Francisco Javier Gutiérrez, teniente de hermano mayor del Vía Crucis

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