sábado, 7 de febrero de 2009

El Desfile Antológico de 1909 (IV)


Pasos e imágenes para el Santo Entierro

La procesión general del Santo Entierro se compuso de un número variable de pasos, que osciló entre seis y nueve. La intencionalidad artística era evidente, como lo manifiesta la presencia de conjuntos inadecuados para procesionar, como el "Santo Entierro" de la iglesia de San Jerónimo (hoy en el Museo de Bellas Artes). Arcadio Ortega tildó la procesión de "exposición museística". Aunque es impensable considerarla como una manifestación exclusivamente artística, si es cierto que entre sus principales aportaciones estuvo la de sacar de los altares y mostrar al público parte del tesoro imaginero de la ciudad.

Las escenas se ordenaban cronológicamente, no faltando en ninguna ocasión los misterios del Nazareno, Crucificado, Sepulcro, San Juan y la Soledad; y en casi ninguna las representaciones del Ecce-Homo y Cristo Yacente conducido al sepulcro.

El misterio de la Oración en el Huerto de los Olivos se representaba mediante la imagen procedente del convento de San Antón. La imagen de vestir de Jesús, arrodillado y con la mirada alta, estrenó dos túnicas bordadas: una morada realizada por las monjas jerónimas de Santa Paula en 1911 y otra negra obsequiada por unas devotas en 1914. En 1911 se introdujo la imagen del Ángel que se venera en San Miguel Bajo.

La escena de la Columna salió únicamente en 1910, con la imagen de la iglesia de San Cecilio, del tipo de Rojas. La del Ecce-Homo, sin embargo, sólo faltó en 1919. El primer año fue la imagen de Jesús de la Humildad (o ante los Tribunales) de Santa Paula, con túnica morada; a partir de 1910 se procesionó la imagen de Jesús del Prendimiento (hoy del Rescate) de la iglesia de la Magdalena. Vestía por entonces túnica azul bordada, llevado nimbo de plata y un cordón dorado rodeando las manos.

Para el misterio del Nazareno se eligió una imagen de antigua y continuada veneración: la de Jesús de las Tres Caídas del convento de franciscanas de Santa Isabel la Real. Acompañaron a esta imagen las figuras del Cirineo y un sayón. Desde 1910 se procesionó el Nazareno del convento de San Antón, obra del siglo XVII, con túnica roja bordada en oro y cruz de carey y nácar con remates dorados. Dos años más tarde se le añadió la figura arrodillada de la Verónica, figura que siempre se prefirió representar en Granada de forma viviente. En 1924, por último, se procesionó la imagen titular de la Cofradía del Vía Crucis.

Centro de la Pasión de Jesús, nunca faltó la imagen del Crucificado, que siempre tuvo un sello propio: se trata del Cristo de José de Mora de la iglesia de San José (anteriormente en San Gregorio Bético), conocido sucesivamente bajo las advocaciones de la Salvación, la Expiración y, desde 1924, la Misericordia. Imagen que escapa a toda descripción, para Marino Antequera su "feliz conjunción de la humanidad con la divinidad de Cristo" es insuperable. Fue ésta una de las obras maestras recuperadas por el Santo Entierro para los granadinos, hasta el punto de constituirse a su alrededor la primera cofradía derivada de él. En 1918 se añadió a sus pies la Dolorosa del mismo imaginero, venerada en Santa Ana (muy antiguamente titular de los Servitas de los Dolores de María), obra muy elogiada por la corrección del dibujo y la delicadeza y dulzura del semblante. De ese modo, el paso conjugaba dos obras maestras del escultor, en una conjunción que no debió ser muy acertada (aquí predomina lo museístico). La imagen de la Dolorosa dejó de salir en 1921.

Durante ocho años se procesionó el misterio de la Piedad de María, en Granada siempre llamado de las Angustias, magnífica síntesis de la muerte redentora y el dolor maternal. Entre 1913 y 1916 se prefirió la imagen de vestir de la iglesia de San Andrés, estéticamente tan cercana, aunque menos estática, a la de la Patrona, alrededor de la cual vivía por entonces la ciudad, como ya se indicó, la euforia de la Coronación. Los restantes años participó la imagen de Ruiz del Peral, completamente de talla, procedente de la iglesia de Santa María de la Alhambra.

El misterio de Jesucristo descendido, tuvo en 1910 la insólita representación del grupo escultórico de Jacobo Florentino el Indaco, más propio para un altar, con las imágenes de Cristo, María, San Juan, los Varones y las Santas Mujeres. En 1911, por iniciativa de Nicolás Prados y Francisco Vergara y apoyo del Centro Artístico, se configuró al popular "paso" del Descendimiento o "Señor de la Sábana": se trata de la imagen yacente del arte de Pablo de Rojas (entonces en Santa Paula y hoy en San Jerónimo), portada por figuras vivientes, que representa a San Juan y a los Santos Varones, a quienes siguen María y las Mujeres. Era en 1915 "uno de los pasos que se admiran con más interés en la solemne procesión del Santo Entierro".

Las restantes imágenes eran las tradicionales del Santo Entierro decimonónico: el Santo Sepulcro de Santa Ana con su urna de ébano, concha, plata y bronce, San Juan Evangelista o de "la Palma" del convento de Santa Isabel y la Soledad de Santa Paula, que se procesionaba con su magnífico manto negro bordado en 1881 ("quizás el mejor de cuantos existen en Granada y en otras capitales" según el periodista de "La Publicidad" en 1909), corona, clavos de oro y rico peto cubierto de joyas.

Nada de misterios para la Semana Santa granadina. Los del Descendimiento, Tres Caídas y María al pie de la Cruz fueron rápidamente desechados. Sí perduró, por el contrario, el original misterio escénico del Descendimiento. Evidentemente, "el arte de Granada da todo a la figura del propio Redentor y a la figura doliente de la Madre".

Los pasos del Santo Entierro eran muy sencillo; por lo general "viejos angarillones sobre los cuales se colocaba un conjunto de buenas imágenes". Solían llevar ruedas, aunque algunos fueron siempre portados por fieles, como el de Jesús Nazareno, o por horquilleros propios, como el de San Juan.

Plateadas eran las andas de la Oración en el Huerto y de Jesús del Prendimiento, paso que en 1923 se adornó acertadamente con lirios morados. El Crucificado se portaba sobre un templete con paños negros y cuatro candelabros de plata, sumando en total paso e imagen -exagera el cronista- seis metros de altura. El Descendimiento de Florentino, debido a su particularidad fue portado sobre un armón de artillería, mientras que el Yacente de Santa Paula lo era en sencilla parihuela cubierta por una sábana. El Sepulcro estrenó paso en 1908, obra de José León Garrido, iluminado por sesenta guardabrisas; en 1917 estrenó candelabros de plata con luz eléctrica. El de Nuestra Señora de la Soledad, finalmente, fue cedido en 1908 por Isidoro Arnau Peña y se completó sucesivamente con candelabros de tulipas (1910) y toldilla (1911), destacando siempre por su extraordinario adorno floral, como los tapices de flores que solían colocarse al pie de la imagen.

Imagen del texto: Talla de Jesús del Rescate que se procesionó a partir de 1910. Vestía por entonces túnica azul bordada, llevado nimbo de plata y un cordón dorado rodeando las manos.

‘Semana Santa en Granada. La Historia de la Semana Santa granadina’, José Szmolka Clarés y Miguel Luis López Muñoz. Págs. 162-165. Ediciones Gemisa (Sevilla).

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