lunes, 9 de febrero de 2009

El Centenario del Santo Entierro Antológico


A lo largo de este curso cofrade, celebra Granada, como ya anunciamos en diversos medios de comunicación a lo largo de 2007, el Centenario de la Procesión Magna del Viernes Santo que supuso en nuestra ciudad, la revitalización de las Estaciones de Penitencia, y el desarrollo de las hermandades contemporáneas o del siglo XX, tal y como hoy día las conocemos.

Sin que ello signifique que en siglos anteriores, la ciudad no contara con antiguas Cofradías, lo que en los marcos cofrades de la Andalucía Occidental tiene a ser conocido como “Santo Entierro Magno”, es decir, la salida en una misma procesión de Titulares y Pasos de diversas Hermandades constituyendoasí la rememoración de las principales escenas o misterios de la Pasión y Muerte de Cristo, es en Granada el punto de partida de nuestra Semana Santa.

Desde el reinado de Carlos III, las Cofradías españolas fueron sometidas a una revisión contumaz. Ya en 1777, se suprimen no pocas, habida cuenta que en el Reino de Castilla, se censaban hasta más de 20.000 escapando al control del Real Consejo. Más tarde, y para someter con mayor énfasis a las Hermandades, el rey Carlos IV sanciona una Real Orden de 1801, que publica el Heraldo de Madrid, el germen del actual B.O.E. dictando que en cada ciudad, a inspiración de la capital madrileña, salga una única procesión bajo el control y organización de la Cofradía del Santo Entierro. Esta corporación, desde esta fecha, es asumida como la “oficial” en todas las ciudades españolas y la encargada de traerle al pueblo, los misterios de la Pasión.


Si bien la medida real (que no deja de ser un mecanismo de control de las actividades cofrades y de las rentas que estas generan) afecta primordialmente a las dos Castillas, poco a poco termina triunfando en la casi totalidad del territorio, a excepción de ciudades como Sevilla, con Hermandades con la suficiente fortaleza, nómina de cofrades y solvencia económica, que no precisan de uniones que las hagan subsistir, y mucho menos perder una personalidad propia, acuciante y definida.

La larga y fatídica Guerra de la Independencia contra las tropas napoleónicas, cuestan en el país, multitud de vidas, sangrías económicas y pérdidas patrimoniales irrecuperables, que por supuesto afectan y merman a las Cofradías de la época. Sólo en Granada, la soldadesca francesa, mutila, derriba o destroza hasta un total de 117 edificios históricos que, podrán entender, cuesta la normalidad y el buen funcionamiento a nuestras Cofradías, cuando no la extinción. Sumen a ello, los episodios de las desamortizaciones, primero la de Madoz, y al fin, en 1836, la más virulenta, la de Mendizábal, que cierra uno de los periodos más trágicos para la religiosidad popular.

Pocas ciudades escapan a la purga cofrade. Sevilla, porque las parroquias están dispuestas a acoger a las Cofradías que han quedado sin sede canónica toda vez que las Órdenes Religiosas han sido secularizadas y sus bienes confiscados. Además, la segunda corte, la de los Montpesier, significará una etapa dorada. En nuestra ciudad, las reducciones de Hermandades, confiscaciones de bienes, aglutinación de pasos en una sola Corporación, desamortizaciones eclesiásticas, la guerra, el Trienio Liberal y sus prohibiciones para realizar estaciones de penitencia... dejan a la ciudad con tan sólo dos Cofradías, ambas de Santo Entierro: en Santa Paula y en Santa Ana.

A pesar de los esfuerzos de la Autoridad Eclesiástica, la Semana Santa granadina está aletargada. Cierto que cuenta aún con dos Hermandades, que además, y por mor de la precariedad económica y de un viejo acuerdo consuetudinario, se alternan año a año en la organización de la Procesión del Santo Entierro del Viernes Santo. A esto, sumemos la Asociación de fieles del Cristo de los Favores, que daría luego vida a su actual Cofradía, la del Cristo de San Agustín, con carácter votivo que no penitencial, y el auge devocional irrefrenable de la Virgen de las Angustias, que desde 1864 procesiona fuera de la Semana Santa con carácter glorioso-patronal, distinción que le llegaría en 1889.

El Arzobispo José Moreno Mazón (que lo fue de 1885 a 1905) intentó revitalizar el Vía Crucis del Pretorio y concede indulgencias a quienes ayuden con los gastos de la procesión del Santo Entierro. A pesar de todo, de 1901 a 1906, no hay procesión alguna, influido esto por la falta de Hermandades que las sostengan y la precariedad económica o el clima secularizante. Su sucesor, José Meseguer y Costa (1905-1920) es el que ostentará la verdadera paternidad de la Semana Santa contemporánea granadina, redoblando esfuerzos para que esta vuelva a la calle. Y así, en 1907, ordena la creación de una Comisión que procesionará a la Dolorosa de la clausura de San Antón y al siguiente año, esta Comisión regida por los próceres e intelectuales de la ciudad, a cuyo frente se destacará un notorio cofrade, el entonces alcalde don Antonio Afán de Ribera, idean la creación de una procesión que contenga los principales misterios de la Pasión y Muerte de Cristo.


Así, mientras en otras ciudades la Procesión Magna o Antológica, es llevada a cabo con motivo de una efemérides, en Granada significa la concentración de Misterios que conducen a la recuperación de la Semana Santa, a través de imágenes de soberbia e incontestable calidad artística, en la que pondrán sus ojos los cofrades que luego, refundan, reorganizan o crean de nuevas, las actuales Hermandades.


En ese 1908, procesionaron cuatro pasos, formados por las Cofradías aún vivas, la de Santa Paula y la de Santa Ana. Procesionaron unidas, con el San Juan de la Palma del cenobio de Santa Paula, el simulacro viviente del Traslado al Sepulcro de Cristo, de la Hermandad jerónima, la Urna y la imagen de la Soledad que legase José de Mora.


Al año siguiente, en 1909, esta Procesión “unificada”, magna, antológica o sin más, fomento de las procesiones granadinas de penitencia, contaba ya con el respaldo de los intelectuales del Centro Artístico, alcanzando, de los cuatro pasos iniciales, el número de siete. El cortejo, aumentaba con la presencia del Señor de la Oración en el Huerto, proveniente del que fuera Convento Tercero Franciscano, hoy sede de la clausura de las RR. MM. Capuchinas de San Antón, y que desde 1580 (ca.), contara con Hermandad. El Cristo de las Tres Caídas, cuya cofradía estuvo viva hasta al menos, 1845 y que felizmente rescatara la Hermandad Penitencial del Rosario; y como adelanto de la idea de escoger obras incontestables de mérito artístico, el portentoso Cristo de la Misericordia de José de Mora, de la Iglesia de San José. Pero del Ecce Homo, a través del Atado a la columna del Templo de San Jerónimo. Así, la comitiva se rigió en este orden: Oración en el Huerto, Atado a la Columna (llamado Jesús de la Humildad), Caída de Cristo (el de las Tres Caídas de Santa Isabel la Real), Crucificado (Misericordia de San José), Sepulcro (de Santa Ana), San Juan (de Santa Paula), y la Soledad (la inmejorable Virgen jerónima).


En 1910, la Procesión Magna es organizada a instancias del erudito Francisco de Paula Valladar (1852-1924), que en base a su vasta formación cultural, emite un informe escogiendo, recomendando y exhortando a la comisión organizadora de esta procesión, acerca de las imágenes que debieran salir a las calles. Por ello, este 1910, hacen penitencia pública 9 tallas en sus 9 pasos, dos más que el anterior. Las nuevas obras devocionales que se incluyen, son: la insuperable Piedad de Santa María de la Alhambra, y el Grupo del Traslado al Sepulcro, obra del Florentino Jacopo Torni, “el Indaco”, que estuviera en el Panteón Ducal del Gran Capitán, hoy en el Museo de Bellas Artes.

La procesión, a medias organizada por la Comisión con refrendo arzobispal, a medias por la Hermandad del Santo Entierro de San Gil y Santa Ana, sustituye algunas Imágenes por otras de mayor valía, como dictaba el informe de Valladar (desde luego, la calidad artística siempre ha sido sinónimo de conmoción devocional). Así, el Atado a la Columna de San Jerónimo daba paso al de San Cecilio (de Alonso de Mena), el Nazareno de las Tres Caídas al soberbio de la clausura de San Antón (José de Mora) y Jesús del Rescate (Diego de Mora) encarnando el Misterio de Cristo ante los Tribunales.


Un año después, en ese 1911, queda fijada la procesión del Viernes Santo de la manera que sigue, y servirá también para la del 5 de Abril de 1912: 1º El Señor orando en el Huerto (San Antón); El Señor del Rescate (Convento agustino de la Magdalena); El Señor con la cruz a cuestas (clausura capuchina de San Antón); El Crucificado (de la Misericordia de San José); Nuestra Señora de las Angustias (que se venera en la Alhambra); El Descendimiento y entierro del Señor (del Museo de Bellas Artes); Santo Sepulcro (en Santa Ana); San Juan (de Santa Paula); y Nuestra Señora de la Soledad, la incontestable Virgen Jerónima.


El Santo Entierro Antológico granadino, fue sin duda la raíz, el origen de la Semana Santa actual, que las condiciones sociopolíticas de la España de la época había desbaratado. Nació a expensas y por el hincapié de un Arzobispo, con el mimo cuidadoso y exigente de los intelectuales del momento, mayoritariamente del afamado Centro Artístico, que pusieron todo su empeño en la recuperación de la religiosidad popular mediante obras magnas de arte,de enraizada capacidad de atracción devocional. El Entierro Magno granadino, una procesión única de hasta 12 pasos en algunas ocasiones, estuvo viva 17 años seguidos, de 1908 a 1924. Fue, un nexo de unión entre la Semana Santa de siempre, la centenaria que nace en Granada en 1540, y la actual, de corte oficial. Un siglo hace ya de esto, y desde estas páginas, nuestro afán ha sido explicar su significado, recordar tal efemérides y citarles a nuevas entregas que abunden más en el tema.

Imagen del texto: Jesús de las Tres Caídas, titular de la Hermandad del Rosario, en sus orígenes procesionales.

Artículo de David Rodríguez-Jiménez Muriel, cofrade e historiador, publicado en el Boletín de la Hermandad de la Santa Cena de Granada "Cenáculo" nº 29, Nov 2007-Feb 2008.
Edición 29ª del "Cenáculo" en la red: http://rachel.ugr.es/cncl/CNCL29.pdf

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