lunes, 21 de febrero de 2011

La Passio según Manuel Montes

Señor de la Humildad ante Santo Domingo (EFH)

El despertar del Sábado Santo se hace extraño en la oscurecida Granada, aún sin los rayos de luz que vivirían la grandeza de un pueblo cristiano contando en silencio, la Pasión de Cristo, el paso de dolor que dio el Hijo Amado para salvarnos del pecado. Glorioso día se nos presentaba en un Realejo que se vestía de gala, y a la vez de luto, para honrar la muerte del Salvador, así sus costaleros se fajaban y preparaban sus ropas en un frío suelo dominico, cada cual frente a la capilla de su sagrado titular. Allí estaba en su paso, coronado de espinas y mandando al pueblo su humildad con el cetro de caña. Él esperaba ser paseado por toda Granada para dar una valiosa catequesis de Amor.

El barrio se presentaba ya entre nubes que no asustaban a costaleros valientes, que desde la trabajadera, en una salida muy tempranera, distinta e íntima, vivían bajo el palo momentos de fatiga y satisfacción, algo que solo puede describir y sentir a la vez un hermano costalero. Los pasos estaban en la calle y, gustosamente, pero sufriendo, se trabajaba en una andar distinto camino del templo metropolitano. El silencio quedaba roto por el toque de cada llamador que anunciaba una levantá fuerte y al cielo, ese mismo que predecía lluvia para hacernos temer lo peor en una tarde histórica.

Fue increíble ver tan variopintos pasos en la calle, haciendo pasear las distintas imágenes de nuestro Señor Jesucristo, caminando a modo de penitencia, teniendo encuentros inéditos de hermandades nunca encontradas en las calles de Granada. Las Pasiegas era un clamor de fervientes devotos de Cristo y de su catequesis en la semana grande. La puerta de la Encarnación veía entrar a todos los pasos majestuosos venidos de diferentes puntos de la ciudad. Se le notaba triste, decía que se sentía raro no escuchar los acordes del himno de todos los españoles, pero más aún se entristecía cuando supo que por el Perdón entraba Misericordia, una imagen muy conocida y añorada, pero que perdió de vista hará ya demasiados años. Por allí entraban también los pasos que veríamos ya dentro del templo, organizados a modo de parking. Algún costalero señalaba que no se olvidara el capataz de coger el tiket. Costaleros, capataces, cofrades en general, perdidos en mitad de aquella belleza, de aquel museo esporádico.

Ya era hora, y tras igualar en la Romanilla, veíamos cada vez más cerca un sueño, que por unos instantes se truncó, pero que Dios supo apreciar y dejar pasear la historia de Amor de su Hijo por tada Granada. Las chicotás se hacían eternas, el silencio quedaba atrás en los aplausos lanzados por los católicos que veían su fe muy viva delante suya. Momentos de solidaridad, trabajo, esfuerzo, dolor, pasión, alegría, satisfacción, amor, oración... se vivieron a flor de piel bajo el Señor de la Humildad aquel día histórico, que supo regresar a su barrio como cada Martes Santo, con sacrificio y humildad.

Se acabó todo, al menos para mí, pensé cuando me quitaba el costal y se quedaba en su sitio el Señor. Seguían algunos pasos en la calle, pero el centro de todo cristiano, la Vigilia Pascual, me llamaba para vivirla en mi parroquia también de un modo diferente. Vestido con los avíos de costalero, mi costal y faja bajo el brazo, viviendo la Resurrección Gloriosa de Jesucristo.

Manuel Montes, vocal de Juventud de la Real Federación de HH y CC de Granada y hermano de la Cañilla

1 comentario:

Anónimo dijo...

Parece que fue ayer por la forma de contarlo, pero fue tan bonito que sera dificil de olvidar. Deseando volver a vivir algo igual.